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Con las Farc, en suspenso, y con el Eln, en…

En medio de una aparente tranquilidad, la paz de Colombia camina, en realidad, sobre un campo minado.

La paz atraviesa su momento más crítico desde que empezaron las conversaciones con las Farc.

Hasta ahora, todo luce tranquilo.

El cese del fuego y de hostilidades se mantiene sin incidentes hace un mes, sobre un protocolo transitorio que las partes acordaron velozmente. El Consejo de Seguridad dio luz verde a la Misión de la ONU para verificarlo. El triunfo del No en el plebiscito tuvo efectos paradójicos: es unánime, al menos de palabra, el consenso en torno a la necesidad de la paz y de evitar un retorno a la violencia; nadie quiere que se descarrile el proceso; el Gobierno y el Eln encontraron súbitos alicientes para revivir su tortuosa negociación; con Uribe al frente, los del No y el Gobierno se encerraron a buscar fórmulas para renegociar lo acordado en La Habana; las Farc recibieron un desfile de amigos del No y del Sí, oraron con varios pastores, y una encuesta puso su favorabilidad –y el apoyo a la salida negociada– en máximos históricos.

Sin embargo, la tranquilidad es engañosa. Se transita sobre terreno minado.

No obstante el ánimo conciliador, las divergencias y desconfianzas entre el Gobierno y los partidarios del No han aflorado en hirsutas declaraciones de lado y lado. Está por verse qué tanto avanzaron en acuerdos concretos –lo que definirá si algunos (o todos) de los representantes del No quedan a bordo de un nuevo acuerdo– o si, después de que el Gobierno y las Farc renegocien, iríamos a que algunos (o todos) de los del No digan que los cambios son cosméticos, y a una polarización redoblada hacia el 2018. Y falta ver qué dirán las Farc sobre los 400 puntos que salieron de las conversaciones.

Las Farc están en la más delicada posición. A diferencia del país, que votó No, la guerrillerada, en su propio ‘plebiscito’ (la Décima Conferencia) dijo Sí –y acto seguido, se quedó sin Acuerdo Final–. En medio de la incertidumbre, el Secretariado se jugó sus restos y aceptó mantener el cese del fuego y preagrupar a sus hombres en puntos precisos, conocidos por el Ejército. Los guerrilleros se la pasan estudiando un acuerdo que no tiene validez jurídica, sin certeza de lo que pasará con ellos. Un cese del fuego sin claridad sobre el destino final es tremendamente frágil, y el tiempo conspira en su contra. ¿Cuánto tiempo puede el Secretariado mantener su ‘gobernabilidad’ en estas circunstancias?

Hay quienes creen que, dadas las muestras de compromiso irreversible con el fin del conflicto (reiterado en las vigilias por la paz en los campamentos guerrilleros), las Farc no tienen marcha atrás y pueden ser presionadas para que acepten cambios de fondo en lo acordado. Nada más peligroso que caer en la tentación, desde la trinchera del estrecho triunfo del No, de acorralar a las Farc.

La urgencia del Presidente de recibir el Nobel el 10 de diciembre con algo concreto entre las manos solo añade tensión.

Y falta ver lo que ocurrirá con el Eln. Esta vez, lo probable es que esa negociación por fin empiece, pese al súbito condicionamiento presidencial con la liberación de Odín Sánchez, al parecer en contravía de lo acordado. Pero la incertidumbre no es si se instala la Mesa; comienza al día siguiente.

El diseño y la implementación de la participación de la sociedad –tema central para los ‘elenos’ y primer punto de la agenda– pueden tomar meses. Cómo se articule este proceso con el de las Farc, no solo en la negociación sino en el terreno, con los unos aún en plena guerra y los otros en tránsito a la vida civil, es una incógnita. Y sin cese del fuego, con secuestro y voladuras vigentes…

Nada más frágil que un proceso de paz al borde del desenlace pero en suspenso. Ha habido crisis antes. Pero esta es la más seria. Ojalá el Gobierno, las Farc y la oposición (y el Eln) así lo asuman.

 

 

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