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Confabulación nacional contra la buena música

Sé que con lo que voy a decir me puedo ganar la animadversión de muchísimas personas, pero no por ello voy a dejar de expresar mi opinión sobre algo que, a mi modo de ver, atenta contra lo que ha sido orgullo de Colombia en el mundo entero y que nosotros mismos nos estamos encargando de destruir, de desaparecer. Van a salir muchas voces a criticarme, a tratarme de retrógrado, de obsoleto y de mil cosas más. No me importa; hago lo que considero un deber de buen colombiano.

Nuestra Colombia es una cantera de belleza musical, con decenas de ritmos hermosos, que enmarcan melodías igualmente preciosas, que llenan el alma, el espíritu de sentimientos nobles, de cosas dulces que producen sosiego, paz. Vallenatos, bambucos, porros, pasillos, cumbias, mapalés, joropos, sanjuaneros, fandangos, bullerengues y muchos otros nos ubican entre los países más ricos en música en el mundo entero.

Hoy en día, duele muchísimo decirlo, todos están siendo desplazados por un par de ‘géneros’ horribles, con unas letras grotescas, sucias, en las que la mujer es un objeto sexual despreciable, que existe para ultrajarla, para menoscabarla, para rebajarla, para hacerla ver como un ser insignificante, que existe para saciar las pasiones morbosas y bajas de algunos seres humanos.

Hay que inculcar en nuestros niños las bases morales de nuestros ancestros. Sacarles de la cabeza toda esa basura que les están dando.

José Barros, Rafael Escalona, Jorge Villamil, José A. Morales, Lucho Bermúdez, Leandro Díaz, Carlos Huertas, Álvaro Dalmar, Jaime R. Echeverría,  desaparecieron del firmamento musical, para dar paso a J. Balvin, Maluma, Kevin Roldán, Reykon…, nuevas estrellas de la televisión y la radio, nuevos filósofos, revolucionarios de la música.

“Campesina santandereana, eres mi flor de romero…”; “antioqueña, que tienes negros los ojos…”; “me contaron los abuelos que hace tiempo…”; “llegó la fiesta de la patrona, ahí va la chica guapa y morena…”; “cuando Matilde camina, hasta sonríen las sabanas…”; “noches de Cartagena que fascinan…” son hoy en día versos que causan risa, objetos de burla, carentes de belleza, están ‘out’.

La belleza literaria de las canciones de hoy está plasmada en versos como estos de Maluma: “Estoy enamorado de cuatro ‘babies’. Siempre me dan lo que quiero. Chingan cuando yo les digo… La primera se desespera, se encojona si se lo hecho afuera. La segunda tiene la funda. Y me paga pa’ que se lo hunda… ¡Dulce!”. ¡Sublime! ¡Bellísimo! Bécquer, Neruda, Rubén Darío o Gabriela Mistral les quedaron en pañales ¡Qué es eso, por Dios!

No hay derecho a que estos ‘nuevos valores’ sean mirados como los paradigmas de la belleza musical y literaria, para quienes no son suficientes los elogios, adulaciones y flores que les profieren los presentadores de nuestra televisión. Les dedican programas enteros en los que muestran esas porquerías como movimientos filosóficos y culturales. Se cambiaron los valores. ¡Por favor! La moral y buenas costumbres no son cursis.

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