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DEFENDER LOS VALORES

“Si no tenemos familias fuertes y valores fuertes, seremos débiles y no sobreviviremos”. Parece frase de Ordóñez y Name en campaña, pero no. Lo dijo Donald Trump en Varsovia. Y corresponde al sentir ciudadano ante tantos desmanes y sucesos absurdos aquí en Colombia.
Así como antes lo malo se achacaba a Uribe, ahora se achaca a Santos. Pero la cosa no es exclusiva de Uribe o Santos, ni comenzó con la mermelada santista (que se dice preparan toneladas para las próximas elecciones), ni son tampoco vainas de la modernidad. La cosa es de vieja data, y ha venido creciendo como la ‘pajarita’ en nuestros árboles que, de a poquito, los está secando a todos frente a nuestras narices, sin que nadie haga nada diferente a comentarlo. Se volvió incluso lema de campaña, que todos prometen luchar contra la corrupción, pero no dicen cómo.
Los montones de aberrantes casos, fiscales anticorrupción corruptos, malandros en el Ejército, policías dedicados al microtráfico, jueces y magistrados negociando condenas, y carteles delincuenciales operando en contratación oficial, escuelas, centros de salud, en todo lo habido y por haber, son solo la parte visible del iceberg, que lo sumergido es mucho más grande, desde Dragacol hasta Odebretch y otros desfalcos y estafas gigantescas que no desaparecerán por magia ni por asedio de los entes judiciales y de control, porque la cosa es neurálgica: el desmedido afán de riqueza, del dinero rápido, no importa sea atropellando los valores.
El injustamente denostado Trump acierta. Somos también “una nación de fe”, donde si bien urge impulsar castigos rápidos y efectivos protegiendo la libertad individual (que se ha confundido con libertinaje), “hay que contrarrestar las fuerzas que amenazan con dinamitar la cultura, la fe, y la tradición”. Es que las minorías con su estratégica bulla vienen tratando de imponer tendencias muy liberalistas, y demasiado garantistas, cuando las garantías las exige la gente de bien, que es mayoría, y la manera es atacando el mal desde “nuestras mentes, nuestras voluntades y nuestras almas”. Desde nuestras propias familias.
Pero no es labor a corto plazo, así que desde ahora hay que actuar, identificar a los farsantes, escoger entre los candidatos a corporaciones y sobre todo a la Presidencia a aquellos que de veras nos representen y salgan a defender los verdaderos valores morales.

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