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EN ESTA ESQUINA PACHO URIBINA Y EN LA OTRA DANI EMPELOTA

«El hombre superior no discute ni pelea con ninguno. Sólo discute cuando es preciso aclarar algo, aun así, cede el primer lugar a su antagonista vencido y sube con él, al tablado; terminada la discusión, bebe con su contrincante en señal de paz.» Confucio
Pareciera una discusión de dos rabisalseras -enfrascadas en disputar su peculio y territorio-, si no se tratase de un caudillista que se dice senador, retando a un periodista que se dice columnista. Esto fue lo percibido en el ámbito político y social, por más de dos semanas de interacción, mientras la población residió atareada en matar el tiempo y sustraerse de las asfixiantes noticias cotidianas sobre atracos, galardón del congreso para Norberto el maricón por su virtuosa mano, corrupción de alta esfera con Ñoños y Odebrecht, y más pudrición constriñendo a la nación.
La especulada disputa que mantuvo en vilo a detractores y seguidores de los reputados bochincheros, finalmente se deshizo con la sentencia, que de una tutela apuntó en derecho, interpuesta por el “violador” que al jurista le arguyó, -lo habían “mancillado” y lesionado en sus fundamentales derechos de la honra y buen nombre- y pidió la retractación del afamado y furibundo tuitero mostrado de infamador.
Desprevenidamente quien de lectura se alimenta, encuentra en los escritos del columnista, más que intentos de payasear con la fineza del humor satírico, nada que lo acerque al estilo y calidad de otros conocidos ilustres pensadores, que ciertamente descollaron en el arte del sarcasmo político, mientras poco queda excluido del comportamiento gentil del caudillo, que no acepta ni ser, ni haber sido o haber actuado, como autocrático y quien lo insinúe propenso queda a la embestida y señalamiento.
Principal fuente de ofensas al derecho a la libre expresión, es intentar censurar y pretender estimar que las criticas hirientes, desagradables u ofensivas no son necesarias en el buen desarrollo social. Es importante manifestar el insulto así sea desagradable para quien tiene que soportarlo, -al final forma parte del proceso creativo que induce a la sociedad a pensar por sí misma- y debatir el teorema expuesto, con el riesgo de liarse en un conflicto sesgado para intentar hacer prevalecer la reprensión o el descargo.
Ahora, es cierto que habría que diferenciar muy bien entre el daño o la ofensa que se causa con el insulto, pues el limitante de ejercer ese derecho critico es precisamente lo primero, el que se puede objetivar y demarcar si hay una lesión física o consecuente extorsión o intimidación de propios o terceros más allá de la amenaza que la censura impondría, lo cual sería lo más grave que nos pueda suceder.
No será el único episodio macondiano por revivir, cada vez que de distraer y polarizar las opiniones de la sociedad se trate, al punto que internacionalmente será comidilla de cancillerías y extranjeros, los discursos tendenciosos cargados de procacidad, por presidentes y referentes de naciones interesadas en ejercer cierto control ramplón, sobre la opinión pública de sectores extranjeros, anegados ahora de “globalización”.
Lo que ha quedado siempre de experiencia, en los pobladores de diferentes países, es que los pensamientos radicales, y obcecados de maniáticos mandatarios o de lenguaraces funcionarios, solo conducen a la polarización tanto social como política, y al final no generan desarrollo ni progreso a favor de la opinión pública, y mucho menos si el alcahuete difusor es el periodismo internacional o local, cuyo capital invertido está en la credibilidad que proyecta generar.

Las redes sociales impondrán finalmente los criterios para gozar del derecho a insultar.

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