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LA ÉTICA, UN DESAFÍO PARA LOS PROFESIONALES DE LAS NUEVAS GENERACIONES

Por: ANDRÉS RIBON BANDERA

La ética, esa palabra que representa todas las conductas de la buena o mala formación de un ser humano en su concepción como persona, está sumergida en una profunda crisis de la que difícilmente podremos superar en un mundo como el de hoy; en donde vemos correr todo de manera acelerada y sin percatarnos de las mínimas normas que implica seguir para tener una vida humanamente digna, sobre todo cuando nos referimos a nuestra conciencia e integridad personal. En tiempos de grandes avances tecnológicos políticos, sociales y culturales, vemos como las personas son públicas, rápidas y tremendamente exitosas, cumplen con sus objetivos propuestos en sus diferentes tareas, carreras y realización personal. Pero basta con detenernos un poco y mirar más al fondo para darnos cuenta de lo rápido que pasa para que dejemos todas esas lecciones sobre lo que es correcto; que hemos recibido en toda nuestra formación, familiar y académica a lo largo de nuestras vidas. Muchos de los éxitos que pregonamos en estos tiempos solo son una manera de hacer apología al viejo refrán de Maquiavelo donde “El fin justifica los medios”, la pregunta es ¿obtener los objetivos es lo que importa? O ¿también debería importarnos las formas que tengamos de lograrlos? Si bien lograr nuestras metas es de gran importancia, no debemos obviar la satisfacción y el verdadero reconocimiento interno que se siente hacerlas de la mejor manera. Hoy por hoy encontramos miles de profesionales que al graduarse de sus diferentes carreras van pasando por situaciones en las que prácticamente venden sus principios y valores. No es para menos un mundo donde cada día hay que mostrar algo nuevo que nos permita estar vigentes, sumado a la falta de oportunidades es muchas veces la justificación para estas prácticas, casi que de supervivencia. Sin embargo, el llamado es a la resistencia, no debemos olvidar que cuando recibimos nuestros títulos y ejercemos nuestra profesión no solo lo hacemos para nosotros, somos responsables y representantes para toda una sociedad que va perdiendo su verdadera esencia, algunas veces por el dinero, o mantenernos en una posición privilegiada, otras y más en estos tiempos por el reconocimiento. Podemos vender nuestros conocimientos, hacer que crean en nuestras ideas, nuestro trabajo, compromiso y hasta nuestro tiempo, pero jamás vendamos la ética ni aceptemos la derrota del pensamiento de que el fin justica los medios, el compromiso que hoy adquirimos como profesionales con la sociedad debe ir mucho más allá de lo que las personas esperan de nosotros y debe ser inquebrantables con nuestros valores.

 

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