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MIENTRAS LLEGA EL POLICÍA

Lo atraparon robando e intimidando con un puñal a una mujer, era el terror del Nor-Occidente de Valledupar. Su rango de acción: los conjuntos Mirador de la Sierra, Club House, Balcones de Santa Helena, María Camila Norte, Villa ligia I II III,  Palmetto, Casa Blanca, Universidad Andina.

Tirado en el piso, bañado en sangre, golpeado por los cascos de los motociclistas, los palos de los transeúntes y las antenas de los taxistas que se hacen llamar la policía amarilla; ahí está alias  “Pájaro” humillado por la turba y con cara de “arrepentido”. Un hombre se le acerca y lo amenaza: “mírame bien, porque la próxima vez te mato”, otro con su celular en mano y gritando todo tipo de improperios le dice: “Levanta la cabeza que vas pa’ Facebook, vas pa’ You Tube pendejo”. No es la primera vez que pasa esto en Valledupar, que una horda enfurecida de personas ataca a un delincuente, lo insultan y hasta le quitan la ropa.

Este fenómeno donde los ciudadanos indignados y civiles de todo tipo agreden a bandidos para hacer justicia por sus propias manos va en aumento acelerado, es una tendencia en todas las ciudades de Colombia y en algunas partes del mundo. Apoyados por el internet y las redes sociales se hacen videos virales que muestran el descontento social por la injusticia, estos a su vez sirven de ejemplo para el aumento de la intolerancia y justificación de las conductas agresivas.

Todo esto debido a la falta de credibilidad en las autoridades que imparten justicia. Los altos índices de impunidad han llevado a la sociedad cansada de tanto abuso al fenómeno juez y verdugo. El Estado ha fallado, la gente no confía en las instituciones y las deslegitima. Este termómetro social los debe llevar a una evaluación introspectiva para erradicar este problema institucional, de lo contrario seguirán saliendo cientos de Robín Hood criollos que arriesgan sus vidas por la de los más indefensos.

Ahora la Policía llega más rápido, pero no para atrapar al bandido, sino para salvarlo del castigo público; probablemente este malhechor es reincidente y tiene más de 10 capturas, seguramente lo volverán a ver en la calle y eso es lo que exacerba los ánimos de la gente, las autoridades lo sueltan porque no hay evidencias para judicializarlo por sus delitos. Ahí es cuando se generan situaciones de orden público de alto riesgo, asonadas de gente enfurecida, comunidades enteras a punto de una explosión de insatisfacción mortal, todo por la falta de seguridad y de justicia.

El tejido social se está deteriorando gravemente, un transeúnte me manifestaba que “golpear bandidos no  es lo adecuado pero debido a la ausencia de autoridades era lo necesario”, al mismo tiempo que me mostraba su galería de fotos en el celular de todos los actos de linchamiento en los que ha participado. Él mismo decía: “a falta de mano negra que los desaparezca, tenemos la palma roja” refiriéndose al color de sus manos cuando arremete violentamente contra un ladrón. Es muy triste cuando un acto de solidaridad termina en lesiones personales para otro congénere, sobre todo en un país como Colombia que se ufana de ser un Estado Social de Derecho, que busca el respeto y la dignidad humana mediante la solidaridad y la prevalencia del interés general, con un código penal y un sistema penal acusatorio que debería impartir justicia real pero no lo hace, todo lo contrario produce indignación colectiva.

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