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SAN ALBERTO EMPIEZA A CRECER CON MALES DE CIUDAD

“Ay ay ay ay ya mi niño se creció; por el patio ya no está, por la calle se alejó, ay ay ay ay me gustaba su niñez” ( Hermanos Zuleta)

La nostalgia nos ocupa el corazón cuando volvemos la mirada al pasado. Un ayer glorioso nos atravesó la esquina y ya no volverá más. Ahora nos encontramos frente al indescifrable presente. Nos propone retos y debemos estar a la  altura.

San Alberto, mi pueblo, el que un día sería solo un territorio ocupado por un grupo de no más de 50 personas es hoy un municipio que corre vertiginosamente hacia el crecimiento.

En unos 10 años más podría convertirse en una ciudad más del departamento, siguiendo los pasos de Aguachica o Codazzi, lugares que en los últimos años han visto incrementar sus cauces geográficos.

Pero, ¿significa entonces que San Alberto transita la vía del desarrollo? Definitivamente no. El crecimiento demográfico no necesariamente va de la mano del desarrollo.

De hecho en San Alberto lo único que pareciera crecer es su población. Nada más. Y nada tiene de malo, este pueblo creció como un cúmulo de personas de diversas partes del país que vieron en estas llanuras despobladas la posibilidad de mirar de cara al sol.

Pero el aumento de la población es directamente proporcional al aumento de sus necesidades. Y ahí es donde estamos fallando.

Pareciera entonces que la administración municipal actuara como si una gran venda segara sus ojos; nadie allí se da cuenta que las necesidades de la población se deben abordar ahora de forma diferente, con estrategias renovadas y eficaces, capaces de solucionar los problemas que se presentan en los cascos urbanos. ( pero no solo son ciegos, también parecen sordos ya que cientos de ciudadanos diariamente “ gritan” en las redes sociales que las cosas no van bien, el administrador del municipio ni se inmuta).

Pero ¿cuáles son los males de los que hablo?

Cuando los municipios empiezan a mutar a ciudades, crecen con ellos ciertos males que de no ser controlados descomponen la cohesión social y ponen en peligro la estabilidad de sus habitantes,

Debido a los límites publicitarios citaré sólo tres de los muchos que son evidentes ante nuestros ojos:

Aparición de barrios Suburbanos:

Uno de los más desmesurados problemas que aquejan a la grandes urbes es la desatención a los barrios sub- urbanos.

La periferia, como los llaman otros, no es otra cosa que acumulaciones humanas  geográficamente asentadas en lugares con paupérrimas condiciones de vida.

Allí, la pobreza  abofetea constantemente la cara de sus habitantes. Es compañera fiel de cientos de personas que se asientan en estos lugares buscando levantar en medio de la miseria vidas dignas.

Estos barrios son totalmente desatendidos por las administraciones de turno, por ello no se les garantiza derechos fundamentales como  vías de acceso, goce de servicios públicos o viviendas dignas.

San Alberto no es ajeno a esto, mal contados existen 4 barrios que se levantaron en los últimos 6 años, bajo la mirada indolente de los administradores de turno que no incluyeron en sus acciones de gobierno atender a estas comunidades.

Incremento de la delincuencia:

Quién no recuerda aquel apacible San Alberto en donde uno podía extender una hamaca frente a su casa y dormir sin preocuparse de que alguien entrara a su casa a robar.

Esos son sueños del ayer. La delincuencia está en un aumento desmedido.

El robo es el delito que más se comete en el municipio, casas, locales comerciantes y hasta escuelas han sido saqueadas por los dueños de lo ajeno. Tan sólo la semana pasada se registraron 3 robos al comercio de nuestro municipio, golpeando duramente esa arteria que mantiene vivo este municipio.

Los comerciantes se quejan, publican su desacuerdo en las redes sociales, elevan su voz de protesta pero, nada pasa, no se toman medidas, parece que no hay solución.

La drogadicción al asecho:

Un niño que aparenta tener 12 o 13 años me llena la vista con su imagen: está descalzo, vestido de ropas sucias y rasgadas, son casi las 11:00 pm y pasa a mi lado, en su mano derecha una bolsa negra llena de todo menos de esperanza, en la izquierda una pipa echa de restos de lapicero y tapas plásticas. El papel aluminio que la forra la hace brillar.

Sentí vergüenza. No de él, sino de mí, de mis coterráneos, de la administración pública, ¿Cuándo nos dejó de importar el futuro? ¿Cuáles son los lineamientos de la política se salud pública en nuestro municipio? ¿Cuáles son las prioridades?

Al parecer el ser humano quedó relevado a un plano segundario. No hemos podido  siquiera quitar a nuestros propios niños del camino devastador de la droga y sus “manos invisibles”; de hecho, según las cifras de la propia secretaría de salud de San Alberto, 1 de cada 20 adolescentes acepta haber probado alguna droga en su vida antes de sus 18 años.

El gran rastro que deja una sociedad descompuesta es la drogadicción.

San Alberto empieza a abrir sus caminos como el niño que empieza a crecer en medio de las circunstancias, de la orientación de sus padres y de sus seres querido depende en gran medida que su futuro sea un brillante amanecer o una noche eterna.

¿Qué pasó San Alberto, se nos creció el niño y no nos dimos cuenta?

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