El Anillo Vial de Occidente, una de las obras de infraestructura más ambiciosas de los últimos años en Valledupar, fue presentado como la gran solución a los problemas de movilidad de la capital del Cesar.
Sus defensores hablaron de “modernización”, “fluidez vehicular” y “conexión regional”. Sin embargo, lo que en el papel parecía progreso, en la práctica se ha convertido en un golpe certero contra los ecosistemas locales, las fuentes hídricas y la calidad de vida de las comunidades que habitan el corredor intervenido.
Deforestación y pérdida de cobertura vegetal
Uno de los primeros impactos visibles fue la tala indiscriminada de árboles a lo largo del trazado. Bosques secos tropicales, ya considerados un ecosistema en riesgo por su escasez, fueron arrasados para abrir paso a maquinaria pesada y a la construcción de la vía.
Expertos ambientales advierten que la pérdida de estos árboles no solo implica la desaparición de hábitats para aves, reptiles y pequeños mamíferos, sino también la disminución en la capacidad de captura de CO₂, lo que empeora los efectos del cambio climático en la región.
El líder ambiental y vocero de una veeduría ciudadana Cesar Ahumada, manifestó que, “El anillo vial partió en dos la zona verde que nos protegía del calor y de la polvareda. Antes teníamos sombra, ahora tenemos cemento. Lo que llaman progreso es en realidad destrucción, nos ha tocado ver como destruyen el cerro para sacar material, sin ninguna licencia ambiental, muchos árboles talados, Una acequia intervenida, Corpocesar es una entidad ciega, sorda y muda, enemigos del medio ambiente, fauna y flora. Ellos solo sirven para calentar puestos, hacer grandes y costosas campañas políticas para enriquecer los bolsillos del dueño de la corporación que próximamente va a aspirar a la Cámara de Representantes.
Hemos denunciado antes la Contraloría general y Procuraduría, pero todos estos parecieran ser entes de bolsillos, que para ellos todo está bien.
«Queremos obras sí, pero no así.”
El trazado del Anillo Vial Occidental ha tenido un impacto directo en arroyos y quebradas que descienden desde la Sierra Nevada de Santa Marta. La construcción alteró cauces naturales, tramos de quebradas y, en algunos casos, generó desvíos que han reducido el caudal de aguas limpias hacia comunidades campesinas.
La situación es crítica en sectores aledaños al río Guatapurí, donde defensores ambientales denuncian que los sedimentos arrastrados por la obra han contaminado afluentes secundarios, afectando no solo la fauna acuática, sino también a familias que dependen del agua para consumo y agricultura.
Un campesino resume así el problema:
“Nos quitaron el agua limpia con la que regábamos el maíz. Ahora lo que baja es barro, aceite y basura de la obra”.
Contaminación del aire y ruido
El proyecto trajo consigo un aumento desmedido del tráfico pesado en la zona occidental. El tránsito de volquetas, mezcladoras y maquinaria pesada generó altos niveles de material particulado (PM10 y PM2.5) que, según reportes preliminares de la Secretaría de Salud local, han disparado los casos de enfermedades respiratorias en barrios aledaños como Don Carmelo, Los Fundadores y Panamá.
A esto se suma la contaminación acústica: el ruido constante de la maquinaria y de los vehículos que ahora usan la vía como corredor de carga afecta a miles de habitantes que, en su mayoría, no cuentan con mecanismos de aislamiento en sus viviendas.
Fragmentación de ecosistemas y desplazamiento de fauna
Los expertos ambientalistas advierten que el Anillo Vial Occidental ha fragmentado corredores biológicos que eran fundamentales para el tránsito de especies como zorros, iguanas, ardillas y aves migratorias.
“Lo que antes era un paso natural ahora es una autopista mortal. Los animales no tienen cómo atravesar la vía y terminan atropellados”.
La obra, en lugar de contemplar pasos de fauna o medidas de compensación, dejó tramos de cemento que funcionan como muros de división ecológica.
Comunidades en resistencia
Los habitantes de corregimientos y veredas cercanas han protestado en varias ocasiones, denunciando que el proyecto fue impuesto sin una consulta previa seria, ni estudios de impacto ambiental transparentes. “lo más crítico, digamos, de esa obra, es que no estaba contemplado en el Plan de Ordenamiento Territorial.
Y según un abogado experto, «esos terrenos van a propiciar una urbanización descontrolada hacia esos sectores que carecen pues de los servicios de saneamiento básico”. Para mí desde el punto de vista, pues, violó el Plan de Ordenamiento Territorial, digamos, ya que es la brújula, es la carta de navegación para planificar el territorio y para que efectivamente se garantice todos estos componentes ambientales para el desarrollo sostenible.
Entonces, así a grosso modo es lo que yo te puedo expresar, dice el señor Luis Maestre reconocido ambientalista.
Expertos levantan la voz
Ambientalistas locales coinciden en que el proyecto del Anillo Vial Occidental careció de una planificación integral. Se priorizó la movilidad vehicular sobre la sostenibilidad ambiental.
Un informe de la Red de Veedurías Ambientales señala tres fallas graves:
1.Débil reforestación compensatoria: las siembras de árboles prometidas no superan el 30% de lo talado.
2.Ausencia de corredores ecológicos: la obra no contempló pasos de fauna, lo que agrava la fragmentación de hábitats.
3.Falta de monitoreo hídrico: no se realizaron estudios suficientes sobre el impacto en acuíferos y quebradas.
El costo oculto del progreso”
Si bien el Anillo Vial Occidental se presenta como un triunfo de infraestructura, su costo ambiental es incalculable. La pérdida de biodiversidad, la disminución en la calidad del aire y el agua, y el deterioro de la salud comunitaria son efectos que no aparecen en los balances financieros ni en los discursos políticos.
El proyecto, lejos de ser un símbolo de modernidad, se perfila como un ejemplo de cómo la infraestructura mal planificada puede hipotecar el futuro ambiental de una región.
¿Quién responde?
La pregunta que retumba en Valledupar es clara: ¿Quién asume la responsabilidad por el daño ambiental del Anillo Vial Occidental?
Ni la Alcaldía, ni la Gobernación, ni los contratistas parecen dispuestos a aceptar los impactos negativos. La ciudadanía exige que la Contraloría, la Procuraduría y la ANLA (Autoridad Nacional de Licencias Ambientales) abran investigaciones profundas para determinar las irregularidades y sancionar a los responsables.
El Anillo Vial Occidental no es solo una carretera: es una herida abierta en el ecosistema de Valledupar. Una herida que tardará décadas en cicatrizar —si es que alguna vez lo hace— y que pone en evidencia la fragilidad de un modelo de desarrollo que desprecia la naturaleza en nombre del cemento.
Hoy, miles de habitantes, campesinos, ambientalistas y académicos coinciden en que el costo fue demasiado alto. Valledupar ganó una vía, pero perdió aire limpio, agua pura y biodiversidad. Y esa, dicen los expertos, es la peor derrota que puede enfrentar una ciudad que se cree sostenible y verde.