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EL BALON DE “DOLLAR”

En las fiestas infantiles se fue institucionalizando una sana costumbre de introducir un conjunto de regalos y sorpresas que se metían en una gran bola de atracción en esas fiestas, como quiera que en su interior contenía lo que sigue cautivando la psicología infantil: Dejarse atrapar por lo desconocido. Y llegaba el momento del destape, para lo cual uno de los niños, a quien se les ponía una venda comenzaba a lanzar una y otra vez cualquier cantidad de golpes contra la piñata para ver que magia había en ella hasta que por fin daba en el blanco y estallaba la bolsa disparando en su entorno todo tipo de regalos que eran presa fácil de la novelería de la niñez que se lanzaba sobre ellos como si fuera su gran trofeo que mostraba como el vencedor de la sana competencia. Lejos, pero infinitamente lejos de sus contenidos, ha sido la explosión de la piñata conocida como LA FIFA. En su interior solo había contratos, sobornos, y toda clase de arreglos de los componentes de la gran industria del futbol, que iban desde las mordidas hasta la entrega de sedes para los mundiales y arreglos de partidos. El infierno que se vivía en la FIFA era un hecho notorio, pero el inmenso poder de los beneficiados por ella se encargaban de desmentir: Los medios de comunicación. Maradona lo denunciaba en su particular estilo y lo trataban de bocón e irresponsable. Pero la campaña por ocultar llegó al extremo de sus posibilidades y la fetidez de sus negociados desnudó por completo su carácter mafioso, e irrumpió lo que el poder de la intuición venía denunciando. A Saber: La FIFA era una de las organizaciones de la mafia mundial de más poder sobre el deporte. A tal extremo que ha desdibujado tanto el contenido del futbol como práctica deportiva. La industria del espectáculo ha ido minando de manera acelerada el arte de jugar, minimizándolo al extremo como deporte, y hacer del mismo un componente más de los negociados de la FIFA. Donde prevalecen los negocios por encima de la calidad de este deporte. Hoy día, el futbol es víctima de la codicia. Donde la prevalencia de lo económico, se impone en el contenido de las relaciones sociales y políticas, y hacen de ella la suprema norma de orientación social. Donde el valor agregado de la multiplicidad de negocios que deambulan en un mundial aplasta inmisericordemente el valor recreativo de la práctica deportiva. Las diversas naciones que asisten al certamen lo hacen bajo el patrocinio de las principales multinacionales del mercado de útiles deportivos, como Nike, Adidas, y toda la organización que gira en torno al gran negoción de la venta de jugadores, que hoy día resulta ser lo más importante en este deporte. Impresionante resulta ser la descomunal venta de camisetas de cada selección que son cambiadas con mucha frecuencia para hacer que la fanaticada de las barras bravas consuman con desmedido afán, que denota un profundo deseo de satisfacer necesidades reprimidas que al llevar la divisa del equipo preferido colmará sus necesidades reprimidas. Como si fuera un fármaco. Entrar a un estadio sin esa camiseta te coloca en la peor de las posiciones que el sentido del ridículo puede generar en ti. En el fondo no hay los tales fanáticos ni los hinchas: Hay consumidores. El consumidor, como etiqueta social, va en camino de imponerse en todas las prácticas sociales y para logara este propósito los medios de comunicación, en vez de informar, bombardean a la opinión con mensajes subliminales que poco a poco van taladrando y haciendo mella en la identidad cultural y política que van cambiando de preferencias y de posiciones a nivel del gusto y la estética, hasta logra posicionar como fijaciones mentales los nuevos signos y símbolos del hombre masa, del hombre de rebaño, cuyo carácter ha sido plenamente domesticado y de esa manera ser objeto fácil de una manipulación que esconde relaciones de Poder. Hoy día un hombre del Caribe se siente mejor identificado portando la camiseta del Real Madrid con la imagen de James y su número 10 que luciendo su tradicional sombrero vueltiao. La propaganda disipa, como el sol a la niebla los cinturones de protección cultural. Poco a poco el futbol como práctica social del deporte va cediendo el paso a la industria del espectáculo y de los negocios. Por ello no sería extraño que en poco tiempo concurrían a los campeonatos mundiales no naciones, representativa de los Pueblos, sino equipos representativo de marcas publicitarias, donde la final no puede ser otra el súper clásico de Adidas VS Nike. Adiós al futbol, los negocios conspiran contra él. Éste desplome moral de la FIFA, que no económico, evidencia como la simbología como tatuaje de lo cultural, ha sido desplazada y despedazada por los negociados. Se entregará como premio al mejor futbolista, no el balón de oro, sino el balón de dólares.

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