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EL OPTIMISMO TE DA SEGURIDAD

Dicen los expertos que: “No se adquiere el optimismo como un botín de guerra, quitándoselo a otros después de cierta contienda; no es posible mediante el estudio al leer una vasta enciclopedia, como si fuese cultura y conocimientos; tampoco puede salirse a buscar cómo se busca y se encuentra cualquier mercancía, o cogerlo como a la fruta de un árbol; nunca un ladrón ha podido robarlo, por muy hábil que haya sido”.  

Los optimistas se aman, procuran un alto nivel de autoestima, se valoran y aprovechan lo mejor posible sus talentos personales innatos. Los optimistas aceptan a los demás como son, y no malgastan energías queriendo cambiarlos, sólo influyen en ellos con paciencia y tolerancia, son espirituales, cultivan una excelente relación con Dios y tienen en su fe una viva fuente de luz y de esperanza. Los optimistas disfrutan del «aquí» y el «ahora», no viajan al pasado con el sentimiento de culpa ni el rencor, ni al futuro con angustia. Disfrutan con buen humor y con amor, ven oportunidades en las dificultades, cuenta con la lección que nos ofrecen los errores y tienen habilidad para aprender de los fracasos, son entusiastas, dan la vida por sus sueños y están convencidos de que la confianza y el compromiso personal, obran milagros.

Los optimistas son íntegros y de principios sólidos, por eso disfrutan de paz interior y la irradian y comparten, aún en medio de problemas y crisis. Los optimistas no se desgastan en la crítica destructiva y ven la envidia como un veneno. No son espectadores de las crisis sino protagonistas del cambio. Los optimistas cuidan sus relaciones interpersonales con esmero, saben trabajar en equipo y son animosos sembradores de fe, esperanza y alegrías. Los optimistas también tienen épocas difíciles, pero no se rinden ni se dejan aplastar por su peso, ya que saben que aún la noche más oscura tiene un claro amanecer y que por encima de las nubes más densas sigue brillando el sol; que todo túnel, por más largo y oscuro que sea siempre tendrá otra salida y que todo río siempre tiene dos orillas.

El optimismo…Sólo crece en el interior de cada quien. Hay que cultivarlo en el terreno fecundo del alma humana y su fruto depende, exclusivamente, de la voluntad. El optimismo implica una fuerza superior en el hombre, le da la seguridad de que puede, de que es posible cualquier empeño por difícil que sea. Cuando actuamos con optimismo es menos probable que alguien nos frene o que algo nos amilane, porque, pese a los escollos, no renunciamos al fin propuesto y, en consecuencia, lo obtenemos.

Las personas impregnadas en esa cualidad tienen más posibilidades de éxito, porque el éxito comienza con la voluntad, con la seguridad en sí mismo. Esta confianza en lo propio no consiste en pensar que somos más, sabemos más o estamos por encima de todos, sino en creer que podemos llegar a ser tanto como se desee. Si consideras que estás vencido, ya lo estás, pues la predisposición a fallar te hace vulnerable psicológica y físicamente.

En cambio, si crees que puedes, si te sientes seguro de que puedes, podrás. Es cierto que cualquiera pierde una batalla, pero el optimista nunca la pierde antes de echarla. Incluso, cuando ocurre lo peor, piensa que es mejor perder una vez que seguir perdiendo; entonces ante todo, se prepara para la próxima ocasión, en la que recuperará lo perdido o alcanzará lo propuesto. No hay que confundir el optimismo con la alegría. El optimismo no conduce siempre a una alegría expresada sino que proporciona  paz interior a la persona, y esa paz proporciona una belleza  serena que ilumina la personalidad. También en muchas ocasiones alegra la vida, pero no necesariamente siempre. Cuando ocurre una desgracia, por ejemplo,  la persona optimista estará triste, pero no  desesperada.

El optimismo vence al desaliento y al abandono que siempre afean la personalidad. Existen dos tipos de personas: las que confían en sí mismas y en las demás y las personas desconfiadas. Las primeras son normalmente personas agradables, serenas con las que da gusto estar y charlar y que caen bien a los demás, poseen una bella personalidad independientemente de su aspecto físico. Las personas  adineradas, guapas, simpáticas, con una buena formación y un buen trabajo pueden vivir en un estado de optimismo falso. Creen que son optimistas porque no han fracasado, pero pueden no ser optimistas si no saben relacionar lo que ocurre, sea agradable o no.

Las personas optimistas, cuando lo han incorporado definitivamente a su manera de actuar, siempre han estado cargados de ánimo, con buena disposición y marcados por una firmeza a toda prueba.

 

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