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Pigmalión y sus vainas

Por: Eduardo L. Gullozo.

¿Puede una persona conseguir lo que se propone con la creencia previa de que puede conseguirlo? ¿Pueden las expectativas de otros condicionar o influir sobre el curso de nuestras decisiones, es decir que, puede una persona ser aquello que otros quieren sea? ¿Una profecía se cumple porque su destino es cumplirse o porque su oráculo condicionó a quienes la aceptaron, conduciéndoles a cumplir por sí mismo lo que estaba escrito? Existe una historia muy antigua, la cual se usa como referencia para dar explicación lógica a las preguntas formuladas anteriormente:

“Hace mucho tiempo hubo un rey en la antigua Chipre, el cual se llamaba Pigmalión, éste estuvo buscando durante mucho tiempo a una mujer con la cual casarse, pero tenía una condición: debía ser la mujer perfecta. Frustrado en su búsqueda, decidió no casarse y dedicar su tiempo a crear esculturas. Una de esas esculturas se llamaba Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de ella. Pasado ciertos días Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida. En el sueño Pigmalión se dirigió a la estatua, y al tocarla, le pareció que estaba caliente. Con la sensación de que Galatea había cobrado vida, Pigmalión se llenó de un gran gozo mezclado con temor creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. Al despertar, Pigmalión se encontró con Afrodita, quien, conmovida por el deseo del rey, le dijo: −mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has ideado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal−. Y así fue como Galatea se convirtió en humana.”

La historia anterior se toma como referencia para explicar lo que se conoce como “El efecto Pigmalión”, el cual describe la potencial influencia que ejerce la creencia y expectativa de una persona en el rendimiento de otra. Por ejemplo: una persona que cree de sí mismo que es un bueno para nada, se está condicionando a sí mismo por sus creencias y expectativas, convirtiéndose en aquello que cree y espera de sí mismo. Un padre que cree que su hijo es un excelente atleta y tiene las expectativas de que su hijo puede llegar a ser gran deportista, está condicionando de esa manera el curso de las decisiones de su propio hijo, lo que significa que un individuo puede ser aquello que otros quieren que sea. Una profecía que es aceptada como un hecho ineludible y que su cumplimiento es verídico, condicionará a aquellos que han creído en dicho oráculo, moldeando así sus comportamientos a las características descrita en la profecía y conduciéndoles a su autocumplimiento.

El efecto Pigmalión también puede explicar claramente el origen de los males y monstruos que hoy azotan a la sociedad. Supongamos que la clase dominante de la sociedad relega a la marginalidad a un grupo de personas solo porque creen que su color de piel, cultura y tradiciones representan pobreza, delincuencia y vicios. Ahora, éstos que han sido marginados hacen lo posible e imposible por demostrar todo contrario de sí mismos y terminan agotando sus fuerzas tratando de ser aceptados por la mayoría, pues los prejuicios de aquellos no les permitirá verlos con otros ojos, y a los marginados no les quedará de otra que verse a sí mismos con los ojos con los que los ven aquellos que los han mancillado.

Entonces los monstruos que hoy le causan males a la sociedad fueron creados por la misma sociedad. Estos monstruos resultan siendo el chivo sobre el cual serán expiados todos los pecados y maldades que yacen dentro de aquellos que buscan un culpable de las maldades de su propia naturaleza. ¿Y si aplicamos el efecto Pigmalión para explicar el origen de la pobreza, la delincuencia, las guerrillas, la exclusión social, el racismo, la discriminación y la existencia de las minorías, hacía dónde nos llevará tal ejercicio?

Hay que tener cuidado con los monstruos, ¡eso es obvio!, pues ellos pueden ser una proyección de lo que yace dentro de nosotros y nos negamos a aceptar, y por eso terminamos creándolos en otras personas. Como dijo Johann W. Goethe: Trata a un hombre como es y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser.

 

 

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